La importancia del profesor en la práctica del Yoga - Por Angeles Alaggia

En el transcurso de mi camino como practicante Yoga tuve la posibilidad de transitar diferentes etapas.
Así como mi consciencia se ampliaba y comenzaba a descubrir cada vez más relaciones entre mi práctica personal y mi vida cotidiana, de la misma manera mi estado de “lucidez” en cuanto a lo que implicaba ser “un yogui”  se iba ampliando también cada día más.
No es que por ser practicante de yoga ahora tenía que dejar la carne y vestirme de banco para siempre, no me refiero a esas cuestiones cuando digo “ser yogui” sino a la coherencia que uno comienza a buscar, o más bien, la incoherencia que empiezas a registrar en muchos aspectos de tu vida, que quieras o no comienza a hacerse consciente y por ende, cada vez más difícil darle la espalda y seguir como si nada.

En este camino, tuve la dicha de encontrarme con muchos profesores. Y creo que “EL” profesor, ese que te hace ver todo desde otra perspectiva no aparece hasta que uno realmente se decide a mirar. Es conocido que no somos capaces de captar aquellas cuestiones para las cuales no estamos aún preparados, y creo que con nuestros profesores sucede lo mismo. Una vez que estamos listos, que hemos decidido dar el paso hacia la expansión de nuestra consciencia de forma seria y profunda… allí aparece la oportunidad de la enseñanza.
No fue hasta que realmente decidí comprometerme con mi práctica personal, que encontré a ese profesor. Esa persona que me ayudo a transitar las zonas más oscuras de mi ser así como también me incitó a descubrir mi propia luz.
Y hago esta aclaración, porque antes de este momento “bisagra” en mi camino, los profesores de yoga que conocí no significaron para mi mucho más que unos señores o señoras (a los cuales estoy muy agradecida, que no se mal entienda) que me enseñaban nuevas técnicas o herramientas de la práctica.

Pero en el momento en que MI percepción sobre la práctica se amplió, apareció una manera diferente de aprender, mucho más difícil, mucho más delicada… y muuuucho más profunda.
Apareció un profesor, y ese encuentro me ha enseñado tanto, no solo sobre la técnica, sino también sobre la vida. Y cuando lo pienso, me resulta increíble el hecho de que el contacto verdadero con una persona que estaba abierta y disponible para enseñarme, en el momento en que yo me encontraba dispuesta a aprender, haya despertado en mi tanta lucidez. Y digo lucidez, porque realmente miro para atrás y me siento ahora otra persona, una persona en su día a día, más despierta.
Siempre estoy frente a mí mismo y no soy consciente de eso

“Uno no se ilumina imaginando figuras de luz sino haciendo consciente la oscuridad, un procedimiento trabajoso y por lo tanto impopular”
Carl Gustav Jung 

La sombra: aspecto inconsciente de la personalidad, caracterizado por rasgos y actitudes que el Yo consciente no reconoce como propios.
Uno de los conceptos más interesantes de la relación maestro-alumno (y el de la práctica y nosotros mismos)  es la de la teoría del espejo y la sombra. Este concepto introducido por C. G. Jung plantea que constantemente estamos proyectando nuestra sombra en los demás y no lo reconocemos. “Vemos la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga en el nuestro”
Por lo tanto, el camino hacia la Iluminación, como muchos buscadores nos advierten, es el de iluminar nuestra propia sombra.

Como más arriba quedó expresado, iluminar la propia sombra no es tarea sencilla y por lo tanto no solemos tender la tendencia “natural” a observarla y menos hacer algo con ella!!
Aquí es donde el profesor se torna esencial. En primera instancia, es importante que nuestro profesor haya atravesado su propio proceso de autodescubrimiento para poder guiarnos a través de las intrincadas volteretas de nuestra mente.
Es realmente muy difícil que podamos realizar un proceso de auto transformación solo por nuestra cuenta. Aunque soy de las que piensan que el maestro tiene que llevarte a la independencia (del maestro).

¿Cómo nos damos cuenta cuando es necesario tener una actitud compasiva con nosotros mismos o es mejor exigirnos un poquito más? ¿Cómo poder decidir qué es lo mejor para nosotros mismos, o como ajustar nuestra práctica personal para que realmente genere un cambio en nosotros mismos? ¿Cómo hacer conscientes nuestros patrones inconscientes? ¿Cómo darnos realmente cuenta de que estamos abandonando la zona de confort?
Estas son algunas de las preguntas que se me ocurren en este momento… pero sin duda podría escribir muchas más.

Quiero que quede súper claro, que si considero posible el AUTO descubrimiento, y considero que es una tarea fundamentalmente PERSONAL. Nadie puede llevarnos a espacios de descubrimiento que no seamos capaces de descubrir por nosotros mismos.
Por lo tanto, para que este proceso no se vuelva una tarea que nos lleve la eternidad, el maestro se manifiesta ante nosotros para enseñarnos en primer lugar una técnica.

La técnica, es fundamental, funciona como un sistema coherente y organizado que me lleva a un objetivo en particular. Por eso siempre recomendamos (en el ámbito del Yoga que es el área que me compete) elegir un sistema de práctica y mantenerse en él, ya que el “popurrí” solo me llevara la confusión y a que mi proceso se extienda cada vez más.
Digamos, para ponerlo en simples palabras, el sistema o linaje sería algo asi como el “mapa de ruta espiritual” Mantenerme en el sistema me ayudará a que este camino sea lo más directo posible, me ahorrara distracciones y desvíos, lo que no quiere decir que en el camino no vaya a encontrarme con distintos obstáculos o dificultades que me impidan seguir la senda que me fue marcada.

Y más allá de la técnica, la figura del maestro se manifiesta, como lo haría un padre, una madre, guiándonos a través de los dificultosos procesos del autodescubrimiento, moldeando los hilos invisibles de nuestro cuerpo energético, con paciencia, amor y dedicación. Una tarea que solo puede desarrollarse en un ámbito de seriedad, compromiso y por sobre todas las cosas confianza.

La vida como un espejo
Con el tiempo, la práctica regular nos invita a expandir nuestro estado de presencia más allá del instante que pasamos sobre el Mat. Y de pronto, la práctica, que hasta entonces era ese pequeño momento de nuestro día en el que nos dedicábamos a observarnos y percibirnos comienza a ampliarse y de pronto la vida misma pasa a ser una oportunidad de observación y transformación.
Cada situación que se presenta en nuestra vida cotidiana es una invitación a la autotransformación desde la observación de nuestras actitudes, formas de reaccionar y relacionarnos con el mundo.
La vida se vuelve la práctica y el maestro.
Similar, y muchas veces más intenso aun, nos sucede con las relaciones que vamos estableciendo con nuestros padres, parejas, compañeros de trabajo, incluso hasta nuestras mascotas se vuelven los grandes maestros de nuestro camino.
Simplemente se trata de adoptar una actitud de observación y apertura que nos permita ser conscientes de nosotros mismos la mayor cantidad de tiempo posible.
Nuestra vida siempre se trata solo de nosotros. El único que debe y puede cambiar es uno mismo, cuando nos volvemos conscientes de esto nos volvemos libres, ya que nuestra felicidad no depende de nadie más que nosotros mismos.
Debemos estar agradecidos por contar con tantos maestros, en cualquiera de sus formas, ya que gracias a su reflejo nos ayudan a crecer, expandirnos y volvernos más conscientes.