YOGA DINÁMICO La práctica de Vinyasa


En la práctica de Asana (postura) la continuidad significa simplemente que no rompemos el flujo de consciencia, interiorización, concentración o acción cuando nos encontramos entre dos posturas sucesivas. Para mantener este flujo usamos el ritmo de nuestra respiración para guiarnos al salir de una postura y adoptar la siguiente. Muy a menudo esto se realiza mediante un grupo de posturas a menudo conocidas como Vinyasa. Estas posturas están pensadas como compensación de la postura anterior, y como preparación para la siguiente.

Aquí vinyasa tiene una función muy importante.
No es solo cuestión de compensación y preparación muscular. Asegura que cualquier apertura del cuerpo producida durante el asana previa sea asimilada en el conjunto del cuerpo, más que como movimiento fijo, como potencialidad. También nos ofrece una posibilidad de restablecer el ritmo libre de nuestra respiración si se ha visto alterado por la dificultad de la postura. Restablecer el ritmo nos permite descansar de la quietud de asana, que puede resultar muy dificultosa. También nos permite volver a centrar la mente y los sistemas corporales nervioso y energético.

Sincronización
La clave para este sencillo pero potente proceso es la respiración. Cada movimiento en la secuencia de vinyasa esta sincronizado exactamente o con la inhalación o con la exhalación. Para que genere todo su potencial, esta sincronización debe ser exacta.
Debe haber movimiento continuo tanto del cuerpo como de la respiración, sin descansar ni hacer pausa alguna para que la respiración o el cuerpo se alcancen entre sí.  El movimiento se inicia exactamente con la inhalación o la exhalación y acaba exactamente cuándo termina la fase de la respiración.  Exactamente. El ritmo del movimiento corporal refleja exactamente el de la respiración. La velocidad del movimiento del cuerpo viene determinada por el ritmo respiratorio. Cuanto más despacio se respire, más lentamente debe uno moverse.
 
Claro está que esto también significa que, cuanto más reducido sea el rango de movimiento, más lentamente debe uno moverse. Y esto es así porque la respiración tiene la primacía en esta relación.
Nunca acelere la respiración: el cuerpo debe ajustar la velocidad de sus movimientos con la respiratoria.
Ni tampoco haga lo contrario: hacer que la respiración siga el movimiento corporal estimula la actividad del sistema nervioso simpático; es decir; endurece los músculos, acorta y acelera la respiración, aumenta el latido cardíaco, acelera la actividad cerebral, drena de los órganos internos de sangre, sobre estimula las glándulas. En cambio, ajustar el movimiento corporal al ritmo respiratorio estimula la actividad del sistema nervioso parasimpático: relaja los músculos, hace más profunda y lenta la respiración, ralentiza el latido cardíaco, calma el cerebro, aumenta el riego sanguíneo en los órganos internos y equilibra las glándulas. La sincronización exacta de cuerpo y respiración también tienen un profundo efecto sobre la mente. Armonizar la parte anatómica, los nervios y músculos voluntarios, con la fisiología, los músculos y nervios involuntarios, hace más profunda a la mente. Extrae de ella una honda quietud y tranquilidad a medida que la energía de la atención se aparta de los estímulos que invaden el sistema nervioso somático o voluntario, y entra en relación con el sistema nervioso vegetativo o autónomo.
Además, la absoluta concentración requerida para sentir y ajustar el ritmo del movimiento de los músculos voluntarios, para que se sincronicen exactamente con los músculos respiratorios, permite a la mente una concentración profunda, clara, estable. Cualquiera puede sentir de inmediato este efecto. No depende de la fuerza, de la flexibilidad, del vigor o de la liberación estructural. Vuelve a dejar clara la supremacía de la respiración sobre el movimiento, de la calidad sobre la cantidad.

Este principio de cambiar de postura a un ritmo determinado por la respiración encuentra sutil aplicación respecto de la forma exacta de adoptar las posturas y salir de ellas: son procesos que no están separados de él; es decir, su calidad afectará la de la postura. Lo cual de nuevo significa que los pasos que demos para adoptar una postura y salir de ella deben estar sincronizados con nuestra respiración; es decir, que podemos adoptarla y salir de ella lenta, segura y suavemente. Esta suavidad es parte del aspecto de continuidad de vinyasa. Apacigua, tranquiliza y armoniza la mente. Su presencia es la fuente de la gracia en Asana.
Adoptar una postura implica movimientos o pasos claramente delimitados. Cada uno de esos pasos esta sincronizado o con una inhalación o con una exhalación. El principio para determinar cual usar es bastante sencillo: si el movimiento expande la parte anterior del cuerpo, inhale, si contrae a parte anterior del cuerpo, exhale. Este principio ayuda a determinar qué acciones constituyen un movimiento. Un movimiento es un grupo de acciones o una sola acción –realizado siguiendo el ritmo respiratorio- que te introduce más en la postura o te saca de ella. Para salir de una postura aplicamos el mismo principio de seguir una serie de pasos determinados por la respiración.
(…) A medida que el cuerpo se abra y su mente se vaya concentrando cada vez más, podrá agrupar mas acciones en un simple movimiento. Aun así, debe atenerse al principio de sincronizar respiración y cuerpo, asegurando que el movimiento anatómico se apoye en el movimiento fisiológico, y viceversa.
La forma exacta de adoptar cada postura no es fija, no tampoco arbitraria. Siempre implica la sincronización de los movimientos corporales con la respiración. Y siempre supone el uso consciente de la respiración y del cuerpo para adentrarse en una postura. Esto suele suponer un cierto número de pasos graduales. A medida que se despierta la inteligencia somática, el número de pasos (grupos de movimientos relacionados por la respiración) puede reducirse. Con el tiempo, es posible adoptar la postura en un solo paso bien durante la inhalación o bien durante la exhalación. Los pasos vienen determinados por la capacidad y las limitaciones del cuerpo de cada uno en un  momento dado, que no son siempre las mismas. Esta progresión paso a paso para adoptar una postura asegura que no sobrepasemos nuestros límites al imponernos a nosotros mismos una meta inalcanzable. 

Extraído del libro YOGA DINÁMICO de Godfrey Devereux